La sartén por el mango

miércoles, julio 12, 2006

El impuesto a los tenedores

Gran revuelo público causó hace un par de semanas la aprobación por parte de la comisión tercera del Senado de un proyecto de ley gracias al cual el Gobierno cobraría al sector turístico un nuevo tributo, que se destinaría a la promoción de Colombia en el exterior. En particular, lo que más llamó la atención fue la creación de un gravamen de entrada al país para turistas. Pero en las entrelíneas del proyecto hay un punto que puede sonar preocupante para nosotros, los aficionados a la buena mesa.

La idea que tienen en mente los ministros de Comercio, Industria y Turismo, Jorge Humberto Botero, y de Hacienda y Crédito Público, Alberto Carrasquilla, proponentes de este proyecto de ley, es recaudar fondos para intensificar la promoción de Colombia en el exterior y posicionar al país como un destino turístico. Para esto, a través del nuevo impuesto esperan recaudar unos $10.000 millones anuales. Actualmente Colombia destina alrededor de 1,9 millones de dólares a las actividades de promoción turística, mientras que el promedio mundial, según la OMT, es de 12 millones de dólares. Como un ejemplo, Perú destinó para este rubro en 2005 alrededor de 15 millones de dólares. Eso significa que, en efecto, Colombia está rezagada en materia de promoción, y quizá por eso en el contexto internacional pesan más las noticias negativas que las que exaltan las virtudes del país.

La intención es clara. Según los ponentes, este proyecto de ley busca “el fortalecimiento del Fondo de Promoción Turística y el consecuente desarrollo y profundización de las estrategias de promoción del país como destino turístico”, lo cual, suponen, “le permitiría a Colombia entrar a competir en condiciones de mayor igualdad en el contexto latinoamericano”.

Para empezar, no sé hasta dónde sea buena idea tratar de impulsar un sector –que ya goza de un aceptable dinamismo- clavándole nuevos tributos. Por supuesto, el fin planteado para estos recaudos, el de promover la imagen turística del país en el exterior, tiene su justificación bien fundamentada, y quizá la publicidad resulte efectiva en el esfuerzo de aumentar el flujo de turistas al país, aunque para atraer viajeros quizá sea más conveniente empezar por hacer seguros y atractivos los “atractivos” turísticos del país.

Pero bueno, se preguntarán qué hago yo hablando de un proyecto de ley en mi columna sobre restaurantes. Este es el punto que me preocupa. Ocurre que revisando el texto de este proyecto encontré que se contempla la ampliación de la base de contribuyentes prevista en la ley 300 de 1996, de manera que empezarán a tributar, entre otros, las aerolíneas, las concesiones viales y los restaurantes que presenten ventas anuales superiores a los $202 millones al año (16.875.000 mensuales). Según Acodrés, gremio que agrupa a los restaurantes, en Colombia existen más de 5.000 locales que cumplen con este requisito y que, por tanto, tendrán que empezar a ser aportantes del 2.5 por mil de sus ventas netas.

Lo que me temo es que este tributo terminará por trasladarse al consumidor final, es decir, a nosotros los comensales, que ya tenemos que pagar un IVA astronómico en nuestras cuentas. De manera que será un algo así como un impuesto a los tenedores que pagaremos los comensales nacionales. Aunque el sector de la restauración es muy fuerte en este momento y está mostrando un crecimiento sólido, quizá lo que se logre con este nuevo tributo sea desestimular a los comensales locales, que somos los que realmente estamos atizando la explosión gastronómica en Colombia.

Además, creo que es inapropiado considerar a los restaurantes como zona turística teniendo en cuenta solamente sus ventas netas, ya que muchos de los que empezarían a tributar no están ubicados en sectores visitadas por los viajeros, y en el mejor de los casos reciben un porcentaje mínimo de comensales extranjeros. No me quedan claras, entonces, las razones por las que los restaurantes se colaron en este proyecto de ley, y si su inclusión es necesaria para cumplir la meta declarada por los ponentes, que es hacer más competitivo al país en materia de turismo. Quizá lo único que se logre sea encarecer aún más el delicioso ejercicio de los tenedores.

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